miércoles, 14 de noviembre de 2012

Anochecer a las seis.

Esas tardes de invierno en las que anochece a las seis. Perderte por los tejados de la ciudad en busca de un lugar donde sentarse junto a ese alguien, un lugar donde abrir tu corazón una vez más después de tanto tiempo encerrada en ti misma. Hace frío, pero el se acerca a ti y te da calor entre sus brazos. Tienes miedo de ser sincera, todos lo tenemos a veces, pero es lo mejor. Él solo quiere ayudarte y odia ver como te hundes día a día. Le miras y simplemente lo cuentas, lo cuentas todo.
Esperas con miedo su enfado. En lugar de eso te mira y te da una leve bofetada, lo suficientemente fuerte como para asustarte pero no para hacerte daño, acompañada de un abrazo y un "Idiota".
En ese momento te dejas llevar y no puedes evitar las lágrimas. Sabes que le importas. Notas como por dentro, él siente lo mismo que sentiste tu cuando caíste.
Y ahí estas, entre sus brazos, sentados en un tejado frente a miles de edificios silenciosos y bajo una infinidad de estrellas que, aun siendo diminutas, iluminan el cielo y te llenan de paz.



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